martes, 8 de agosto de 2017

QUEJARSE EN VOZ BAJA




A MANO AMADA,

Cuando la noche impone su costumbre de insomnio,
y convierte
 cada minuto en el aniversario
de todos los sucesos de una vida;

allí,
en la esquina más negra del desamparo, donde
el nunca y el ayer trazan su cruz de sombras,

los recuerdos me asaltan.

Unos empuñan tu mirada verde,
                                                       otros
apoyan en mi espalda
el alma blanca de un lejano sueño,
y con voz inaudible,
con implacables labios silenciosos,
¡el olvido o la vida!,
                                                 me reclaman.

Reconozco los rostros. 
                                                            No hurto el cuerpo.

Cierro los ojos para ver más hondo
y siento
que me apuñalan fría,
justamente,
con ese hierro viejo:
                                                la memoria.

Ángel Gonzalez



Larga y prematuramente adiestrado en el ejercicio de la paciencia y en la cuidadosa restauración de ilusiones sistemáticamente pisoteadas, me acostumbré muy pronto a quejarme en voz baja, a maldecir para mis adentros, y a hablar ambiguamente, poco y siempre de otras cosas; es decir, al uso de la ironía, de la metáfora, de la metonimia y de la reticencia. Si acabé escribiendo poesía fue, antes que por otras razones, para aprovechar las modestas habilidades adquiridas por el mero acto de vivir. 

Palabra sobre palabra
A.Gonzalez

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