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sábado, 18 de noviembre de 2017

SE LLAMABA MERCEDES

ELEGIA A LA ABUELA MUERTA
por Carilda Oliver




Se llamaba Mercedes, Y era buena.
Dicen que todo el mundo la quería.
Con su sonrisa ajena
una estatua de niebla parecía.
Se llamaba Mercedes. Y no existe
sin su sol capullo de alegría.
Señor, claro es triste
este tanto quererla todavía....
Pero nunca sabré dejarla sola:
aquí bajo la luz sigo con ella,
me saluda la piel en cada ola
y se asoma a mirarme en toda estrella...
Hasta el llanto que baja a mis rodillas
es casi necesario...
Tú sabes: he crecido en sus rodillas,
y tambien me enseño el abecedario...
Lo que duele quizá en esta aurora,
lo que sangra mi voz, lo que me aterra,
es esto de sentir que a cada hora
se está volviendo un poco más de tierra.
La recuerdo dormida en su sillón
el último verano;
todavía tenía corazón
a veces suspiraba con la mano...
Su mirada venía desde el mar,
y no sé, a cada rato,
miraba como mira el azahar:
con un poco de miedo y recato...
Se llamaba Mercedes, Y era pura
como el blanco cansado de su pelo.
Andará por Allá con su dulzura,
saliéndose del cielo...
Aquí está su reloj, está su armario,
su vestido de lana para el frío;
aquí sobra un dedal, sobra un rosario.
Señor, el tercer cuarto está vacío.

jueves, 16 de noviembre de 2017

ECHARSE A LA LOCURA

POESÍA ERÓTICA de Carilda Oliver





Dedicada a todos los amantes de la poesía, a Juanky y a Fer especialmente, poetas de fuego y pasión, que me animan con sus atentas palabras y sus visitas. Y a todas aquellas personas que desde este espacio sagrado consiguen un mayor orden interior frente al desorden de la vida, y nos regalan su luz. Os dejo en las cavernas delirantes de esta mujer loba que ama como vive, con instinto y sinceridad fiera. Cinco poemas de la poesía erótica más impresionante, valiente y bella que jamás he leído.




ESE RATO DE SELVA


Anoche me acosté con un hombre y su sombra.

Las constelaciones nada saben del caso.

Sus besos eran balas que yo enseñé a volar.

Hubo un paro cardíaco.

El joven
nadaba como las olas.

Era tétrico,
suave,
me dio con un martillo en las articulaciones.

Vivimos ese rato de selva,
esa salud colérica
con que nos mata el hambre de otro cuerpo.

Anoche tuve un náufrago en la cama.

Me profanó el maldito.

Envuelto en dios y sábana
nunca pidió permiso.

Todavía su rayo lasser me traspasa.

Hablábamos del cosmos y de iconografía,
pero todo vino abajo
cuando me dio el santo y seña.

Hoy encontré esa mancha en el lecho,
tan honda
que me puse a pensar gravemente:

la vida cabe en una gota.



Te mando ahora a que lo olvides todo:
aquel seno de nata y de ternura,
aquel seno empinándose de un modo
que te pudo servir de tierra dura;
aquel muslo obediente pero fiero,
que venía de sierpes milenarias;
aquel muslo de carne y de me muero
convocado en las tardes solitarias;
aquel gesto al echarme en la locura;
aquel viaje al amor, de mi cintura;
aquel gusto en la piel a lirio extraño,
aquel nombre pequeño bajo el nombre,
aquel pecado de volverte un hombre
en el vicio feliz de hacerme daño.

De: Memoria de la fiebre




OPCIONES

A veces va una por la calle, triste,
Pidiendo que el canario no se muera
Y apenas se da cuenta de que existen
Un semáforo, el pan, la primavera.

A veces va una por la calle, sola,
-ay, no queriendo averiguar si espera-
Y el ruido de algún rostro que se inmola
Nos pone a sollozar de otra manera.

A veces por la calle, entretenida,
Va una sin permiso de la vida,
Con un hambre de todo casi fiera.

A veces va una así, desamparada,
Como pudiendo enamorar la nada,
Y el milagro aparece en una acera.




DECLARACIÓN DE AMOR

Haz el amor, no la guerra...

Pregunto si llevo corazón
cuando despierto el peligro entre sus muslos,
si me equivoca
cuando preparo la única trinchera
en su garganta.

Yo sé que la guerra es probable;
sobre todo hoy
porque ha nacido un geranio.

Por favor, no apuntéis al cielo
con vuestras armas:
se asustan los gorriones,
es primavera,
llueve,
y está el campo pensativo.
Por favor,
derretiréis la luna que da sobre los pobres.

No tengo miedo,
no soy cobarde,
haría todo por mi patria;
pero no habléis tanto de cohetes atómicos,
que sucede una cosa terrible:
lo he besado poco.




COMO UNA MUJER DE ABSORTO

Apenas quedé sin hombre
mudaron el dos los pianos,
no me bastaban las manos
para estrujar aquel nombre.

¿Habrá ya nada que asombre
como este beso a traición?
Desde entonces mata el son,
dicen nunca las arecas,
sonando a unas güiras secas
anda el poco corazón.

Hoy declaro un amor roto
que no logra deshojarme.

Nada ha venido a sanarme
el borbotón donde agoto
tu siempre soy... ¡Ah, qué ignoto
milagro el que se prepara!
Me cogió una trampa rara.

Sin esperanza ninguna
tengo sed, pido la luna
y nadie vive en mi cara.

Pero esta pena la aborto,
este dolor me lo quito;
destrozo recuerdo y grito,
los mando al diablo, los corto.

Como una mujer de absorto
polen que siempre se inmola,
le doy el turno a la ola
porque quiero, porque sí:
pues es cierto que perdí,
pero el ala vuela sola.





"A mi nadie me ha enseñado a vivir, mucha gente me ha enseñado a morir, pero no lo han logrado"  Carilda Oliver

viernes, 17 de febrero de 2017

Carilda Oliver Labra - Poesía Erótica


Carilda Oliver


El instinto erótico pertenece a la naturaleza original del hombre ... Está relacionado con la más alta forma de espíritu. Carl Gustav Jung




Me desordeno, amor, me desordeno



Me desordeno, amor, me desordeno
cuando voy en tu boca, demorada,
y casi sin por qué, casi por nada,
te toco con la punta de mi seno.

Te toco con la punta de mi seno
y con mi soledad desamparada;
y acaso sin estar enamorada
me desordeno, amor, me desordeno.

Y mi suerte de fruta respetada
arde en tu mano lúbrica y turbada
como una mal promesa de veneno;

y aunque quiero besarte arrodillada,
cuando voy en tu boca, demorada,
me desordeno, amor, me desordeno.

De: memoria de la fiebre






Declaración de Amor

Make love, no war




Pregunto si llevo corazón

cuando despierto el peligro entre sus muslos,
si me equivoco
cuando preparo la única trinchera
en su garganta.

Yo sé que la guerra es probable;
sobre todo hoy
porque ha nacido un geranio.

Por favor, no apuntéis al cielo
con vuestras armas:
se asustan los gorriones,
es primavera,
llueve,
y está el campo pensativo.
Por favor,
derretiréis la luna que da sobre los pobres.

No tengo miedo,
no soy cobarde,
haría todo por mi patria;
pero no habléis tanto de cohetes atómicos,
que sucede una cosa terrible:
lo he besado poco.







Discurso de Eva


Hoy te saludo brutalmente:
con un golpe de tos
o una patada.
¿Dónde te metes,
a dónde huyes con tu caja loca
de corazones,
con el reguero de pólvora que tienes?
¿Dónde vives:
en la fosa en que caen todos los sueños
o en esa telaraña donde cuelgan
los huérfanos de padre?
Te extraño,
¿sabes?
como a mí misma
o a los milagros que no pasan.
Te extraño,
¿sabes?
Quisiera persuadirte no sé de qué alegría,
de qué cosa imprudente.

¿Cuándo vas a venir?
Tengo una prisa por jugar a nada,
por decirte: «mi vida»
y que los truenos nos humillen
y las naranjas palidezcan en tu mano.
Tengo unas ganas locas de mirarte al fondo
y hallar velos
y humo,
que, al fin, parece en llama.

De verdad que te quiero,
pero inocentemente,
como la bruja clara donde pienso.
De verdad que no te quiero,
pero inocentemente,
como el ángel embaucado que soy.
Te quiero,
no te quiero.
Sortearemos estas palabras
y una que triunfe será la mentirosa.

Amor...
( ¿Qué digo? estoy equivocada,
aquí quise decir que ya te odio. )
¿Por qué no vienes?
¿Cómo es posible
que me dejes pasar sin compromiso con el fuego?
¿Cómo es posible que seas austral
y paranoico
y renuncies a mí?

Estarás leyendo los periódicos
o cruzando
por la muerte
y la vida.
Estarás con tus problemas de acústica y de ingle,
inerte,
desgraciado,
entreteniéndote en una aspiración del luto.
Y yo que te deshielo,
que te insulto,
que te traigo un jacinto desplomado;
yo que te apruebo la melancolía;
yo que te convoco
a las sales del cielo,
yo que te zurzo:
¿qué?
¿Cuándo vas a matarme a salivazos,
héroe?
¿Cuándo vas a molerme otra vez bajo la lluvia?
¿Cuándo?
¿Cuándo vas a llamarme pajarito
y puta?
¿Cuándo vas a maldecirme?
¿Cuándo?
Mira que pasa el tiempo,
el tiempo,
el tiempo,
y ya no se me aparecen ni los duendes,
y ya no entiendo los paraguas,
y cada vez soy más sincera,
augusta...
Si te demoras,
si se te hace un nudo y no me encuentras,
vas a quedarte ciego;
si no vuelves ahora: infame, imbécil, torpe, idiota,
voy a llamarme nunca.

Ayer soñé que mientras nos besábamos
había sonado un tiro
y que ninguno de los dos soltamos la esperanza.
Este es un amor
de nadie;
lo encontramos perdido,
náufrago,
en la calle.
Entre tú y yo lo recogimos para ampararlo.
Por eso, cuando nos mordemos,
de noche,
tengo como un miedo de madre a quien dejaste sola.
Pero no importa,
bésame,
otra vez y otra vez
para encontrarme.
Ajústate a mi cintura,
vuelve;
sé mi animal,
muéveme.
Destilaré la vida que me sobra,
los niños condenados.
Dormiremos como homicidas que se salvan
atados por una flor incomparable.
Ya la mañana siguiente cuando cante el gallo
seremos la naturaleza
y me pareceré a tus hijos en la cama.

Vuelve, vuelve.
Atraviésame a rayos.
Hazme otra vez una llave turca.
Pondremos el tocadiscos para siempre.
Ven con tu nuca de infiel,
con tu pedrada.
Júrame que no estoy muerta.
Te prometo, amor mío, la manzana


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