lunes, 30 de enero de 2017

LA CARICIA NECESARIA




La presión genera en los demás el espejismo de la eficiencia a corta plazo, la curva de rendimiento puede ser explosiva, pero esa persona petará y la disfunción a largo plazo en esa persona será extraordinaria ...

Trata a un ser humano como lo que puede llegar a ser y se convertirá en lo que está llamado a ser.

Hay muchas maneras de acariciar y  no solo desde el contacto piel con piel...




La caricia de los sueños
que son prodigio y encanto
adolecen de un defecto
no tienen tacto.

Mario Benedett
De su poema
 informe sobre caricias


De estas y otras caricias nos habla Alex Rovira en este corto vídeo que recomiendo ver, por que todos andamos escasos de ellas.


Alex Rovira



Se me va de los dedos la caricia sin causa,
Se me va de los dedos...En el viento, al pasar
la caricia que vaga sin destino ni objeto,
la caricia perdida ¿quien la recogerá?
Pude amar esta noche con piedad infinita,
pude amar al primero que acertara al llegar.
Nadie llega. Están solos los floridos senderos.
La caricia perdida, rodará...rodará...
Si en los ojos te besan esta noche, viajero,
si estremece las ramas un dulce suspirar,
si te oprime los dedos una mano pequeña
que te toma y te deja, que te logra y se va.
Si no ves esa mano, ni esa boca que besa,
si es el aire quien teje la ilusión de besar,
oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos,
en el viento fundida, ¿me reconocerás?

Alfonsina Storni


sábado, 28 de enero de 2017

NACER ARROYO


Nacer arroyo, aprovechar los arroyos que se suman a tu caudal y llegar al mar teniendo algo que aportar.


Capullo de Peonía


                                                                                 La poesía de  Begoña Abad

 


Mater Amabilis  


Mi madre no recuerda el nombre de su madre.

Ha olvidado el camino de regreso a la vida,

no sabe usar el peine, ni la cuchara,

se pone, casi siempre, la chaqueta al revés

y revuelve cajones en su memoria,

pero siempre sonríe al escuchar mi nombre.

Mi madre no recuerda si tuvo algún amante,

si ha viajado muy lejos, si ha perdido algún tren,

dónde están sus anillos, si alguna vez fue guapa,

que le gustaba tanto el Chinchón y el café,

que las letras unidas tienen significado

y que el perro que amaba nos dejó ya hace un mes.

Mi madre me recuerda, sin amargura,

lo que yo he olvidado tan tontamente,

la oración de su abuela que me dormía

las canciones de cuna que me cantaba,

y unas romanzas moras que, en letanía,

desgrana mirando por la ventana.

Mi madre y yo sujetamos recuerdos olvidados

como podemos, a veces con dolor,

otras con risas, siempre con esperanza.


 



LA MEDIDA DE MI MADRE


No sé si te lo he dicho:
mi madre es pequeña
y tiene que ponerse de puntillas
para besarme.
Hace años yo me empinaba,
supongo, para robarle un beso.
Nos hemos pasado la vida
estirándonos y agachándonos
para buscar la medida exacta
donde poder querernos.




NO NECESITO UN HIJO QUE ME QUIERA



No necesito un hijo que me quiera,

ni que sea feliz, ni hermoso,

ni que triunfe y me sonría,
ni un hijo que me cuide,
me proteja, me tutele.
Necesito, simplemente,
un hijo que me sobreviva
y al que poder amar hasta el final.
Si me faltara,
¿qué haría yo con tanto amor
como me crece para él
cada mañana?








 NO TENGO




No tengo hipoteca, no tengo dueño.
No tengo coche, no me conducen.
No tengo título, no me admiran.
No tengo grupo, nadie me retiene.
No tengo deseos, nada me ata.
No tengo sexo, nadie me entiende.
No tengo futuro, soy dueña del hoy.
No tengo resentimiento, nadie me inquieta.
No tengo deudas, nadie me persigue.
No tengo dioses, nadie me condena.
Soy demasiado mayor para estas cosas,

por eso soy obscenamente feliz.



Begoña Abad


Nací para aprender y saberlo me mantiene humildemente feliz y eternamente asombrada.

martes, 24 de enero de 2017

FELICIDAD CLANDESTINA

Un cuento






FELICIDAD CLANDESTINA



Ella era gorda, baja, pecosa y de pelo excesivamente crespo, medio amarillento. Tenía un busto enorme, mientras que todas nosotras todavía eramos chatas. Como si no fuese suficiente, por encima del pecho se llenaba de caramelos los dos bolsillos de la blusa. Pero poseía lo que a cualquier niña devoradora de historietas le habría gustado tener: un padre dueño de una librería.



No lo aprovechaba mucho. Y nosotras todavía menos: incluso para los cumpleaños, en vez de un librito barato por lo menos, nos entregaba una postal de la tienda del padre. Encima siempre era un paisaje de Recife, la ciudad donde vivíamos, con sus puentes más que vistos.

Detrás escribía con letra elaboradísima palabras como "fecha natalicio" y "recuerdos".

Pero qué talento tenía para la crueldad. Mientras haciendo barullo chupaba caramelos, toda ella era pura venganza. Cómo nos debía odiar esa niña a nosotras, que éramos imperdonablemente monas, altas, de cabello libre. Conmigo ejerció su sadismo con una serena ferocidad. En mi ansiedad por leer, yo no me daba cuenta de las humillaciones que me imponía: seguía pidiéndole prestados los libros que a ella no le interesaban.

Hasta que le llegó el día magno de empezar a infligirme una tortura china. Como al pasar, me informó que tenía El reinado de Naricita, de Monteiro Lobato.

Era un libro gordo, válgame Dios, era un libro para quedarse a vivir con él, para comer, para dormir con él. Y totalmente por encima de mis posibilidades. Me dijo que si al día siguiente pasaba por la casa de ella me lo prestaría.

Hasta el día siguiente, de alegría, yo estuve transformada en la misma esperanza: no vivía, flotaba lentamente en un mar suave, las olas me transportaban de un lado a otro.

Literalmente corriendo, al día siguiente fui a su casa. No vivía en un apartamento, como yo, sino en una casa. No me hizo pasar. Con la mirada fija en la mía, me dijo que le había prestado el libro a otra niña y que volviera a buscarlo al día siguiente. Boquiabierta, yo me fui despacio, pero al poco rato la esperanza había vuelto a apoderarse de mí por completo y ya caminaba por la calle a saltos, que era mi manera extraña de caminar por las calles de Recife. Esa vez no me caí: me guiaba la promesa del libro, llegaría el día siguiente, los siguientes serían después mi vida entera, me esperaba el amor por el mundo, y no me caí una sola vez.

Pero las cosas no fueron tan sencillas. El plan secreto de la hija del dueño de la librería era sereno y diabólico. Al día siguiente allí estaba yo en la puerta de su casa, con una sonrisa y el corazón palpitante. Todo para oír la tranquila respuesta: que el libro no se hallaba aún en su poder, que volviese al día siguiente. Poco me imaginaba yo que más tarde, en el curso de la vida, el drama del "día siguiente" iba a repetirse para mi corazón palpitante otras veces como aquélla.

Y así seguimos. ¿Cuánto tiempo? Yo iba a su casa todos los días, sin faltar ni uno. A veces ella decía: Pues el libro estuvo conmigo ayer por la tarde, pero como tú no has venido hasta esta mañana se lo presté a otra niña. Y yo, que era propensa a las ojeras, sentía cómo las ojeras se ahondaban bajo mis ojos sorprendidos.

Hasta que un día, cuando yo estaba en la puerta de la casa de ella oyendo silenciosa, humildemente, su negativa, apareció la madre. Debía de extrañarle la presencia muda y cotidiana de esa niña en la puerta de su casa. Nos pidió explicaciones a las dos. Hubo una confusión silenciosa, entrecortado de palabras poco aclaratorias. A la señora le resultaba cada vez más extraño el hecho de no entender. Hasta que, madre buena, entendió al fin. Se volvió hacia la hija y con enorme sorpresa exclamó: ¡Pero si ese libro no ha salido nunca de casa y tú ni siquiera querías leerlo!

Y lo peor para la mujer no era el descubrimiento de lo que pasaba. Debía de ser el horrorizado descubrimiento de la hija que tenía. Nos espiaba en silencio: la potencia de perversidad de su hija desconocida, la niña rubia de pie ante la puerta, exhausta, al viento de las calles de Recife. Fue entonces cuando, recobrándose al fin, firme y serena, le ordenó a su hija:

-Vas a prestar ahora mismo ese libro.

Y a mí:

-Y tú te quedas con el libro todo el tiempo que quieras. ¿Entendido?

Eso era más valioso que si me hubiesen regalado el libro: "el tiempo que quieras" es todo lo que una persona, grande o pequeña, puede tener la osadía de querer.

¿Cómo contar lo que siguió? Yo estaba atontada y fue así como recibí el libro en la mano. Creo que no dije nada. Cogí el libro. No, no partí saltando como siempre. Me fui caminando muy despacio. Sé que sostenía el grueso libro con las dos manos, apretándolo contra el pecho. Poco importa también cuánto tardé en llegar a casa. Tenía el pecho caliente, el corazón pensativo.

Al llegar a casa no empecé a leer. Simulaba que no lo tenía, únicamente para sentir después el sobresalto de tenerlo. Horas más tarde lo abrí, leí unas líneas maravillosas, volví a cerrarlo, me fui a pasear por la casa, lo postergué más aún yendo a comer pan con mantequilla, fingí no saber dónde había guardado el libro, lo encontraba, lo abría por unos instantes. Creaba los obstáculos más falsos para esa cosa clandestina que era la felicidad. Para mí la felicidad siempre habría de ser clandestina. Era como si yo lo presintiera. ¡Cuánto me demoré! Vivía en el aire... había en mí orgullo y pudor. Yo era una reina delicada.

A veces me sentaba en la hamaca para balancearme con el libro abierto en el regazo, sin tocarlo, en un éxtasis purísimo. No era más una niña con un libro: era una mujer con su amante.


CLARICE LISPECTOR

















Despues de leer un buen libro uno regresa mejor. Nunca se es el mismo.

sábado, 21 de enero de 2017

LO BELLO NO ESCONDE PELIGRO

Cuanta más poesía leemos, más aborrecible nos resulta cualquier tipo de verborrea, tanto en el discurso político o filosófico, como en los estudios históricos y sociales, o en el arte de la ficción. El buen estilo en prosa es siempre rehén de la precisión, de la rapidez y de la lacónica intensidad de la dicción poética.

Joseph Brodsky




La poesía no es un arte ni una rama de arte, es siempre algo más.






Informe para un Simposio





Les propongo un pequeño tratado
sobre la autonomía de la vista. La vista es autónoma
debido a lo dependiente del objeto
de nuestra atención, sin remedio aquel
externamente dispuesto; el ojo nunca se ve a sí mismo.
El ojo, entornado, navega tras la nave,
levanta el vuelo tras el gorrión desde la rama,
se envuelve en la nube de la escena en sueños,
como una estrella; sin verse a sí mismo, sin embargo, nunca.
Precisemos esta idea, tomemos a una bella dama.
A determinada edad ustedes no observan a las damas,
perdida la esperanza de cubrirlas, sin un pragmático
interés. Pero, a pesar de ello, el ojo,
como un televisor sin apagar
en un píso vacío, sigue emitiendo la imagen.
Y uno se pregunta: ¿para qué?
Siguen a lo dicho varias tesis del capítulo dedicado a lo bello.
La vista es un medio de adaptación
del organismo a un medio adverso. Incluso cuando
se haya acoplado por completo a él, dicho medio sigue siendo
absolutamente hostil. Y la hostilidad del medio crece
en la misma medida en que permanezcáis en él;
y se aguza la vista. Lo bello no amenaza
a nada. Lo bello no esconde
peligro alguno. La estatua de Apolo
no muerde. La sábana, tampoco.
Y os lanzáis tras el fru-fru de una falda
en búsqueda del mármol. El gusto estético
es en esencia copia del instinto de conservación
y es más seguro que la ética. Lo monstruoso
cuesta más el convertirlo en bello, que destrozar
lo hermoso. Necesitamos a un zapador
para desactivar lo peligroso.
Estos empeños merecen un aplauso
y ofrecerles todo género de apoyo.
Pero, separado del cuerpo, el ojo
antes preferirá instalarse en algún lugar
de Italia, de Holanda, o de Suecia.

Joseph Brodsky







Joseph Brodsky

(Joseph o Iosif Alexándrovich Brodsky; Leningrado, 1940 - Nueva York, 1996) Poeta y ensayista ruso. Se le considera el poeta más grande nacido en la época soviética y, acaso con la sola excepción de B. Pasternak y A. Ajmátova, el más importante en lengua rusa de la segunda mitad del siglo XX.
La erudición legendaria de Brodsky, el autoaprendizaje al que se sometió durante toda su vida y sus inspirados diálogos con las "sombras poéticas" de su propia cultura y de la universal, van unidos a una energía desbordante, una pródiga inventiva prosódica y estrófica, así como a su excelencia de estilo y su generosidad de espíritu. Este autor se convirtió, al igual que Ajmátova, su "madrina poética" y descubridora, en memoria cultural de su generación y, por azares del destino, en el más grande regalo que hizo Rusia a Occidente.

martes, 17 de enero de 2017

LA FELICIDAD INMINENTE

Se la intuye, se la espera, lejana ella, veloz. Te señala, te apunta, te dispara y te acierta. Tomará tu espacio: música, acuarelas, versos. La que no tiene nombre, temblor de piernas, se acerca, imposible unidad, me toma, la quiero, me confío, la apreso, me suelta. Altiva, tentadora: tensando fuerzas. Resaca, olvido, delirio, fuga, vacuidad, amistad... pasajera.
Ni dueño ni sombra que la habite. Todos los grises la quieren.


No se tu nombre pero quizás un día paseando tu tristeza, te encuentre

Artista Margarita Georgiadis


La felicidad Inminente



Miedo, temblor en mí, en mi cuerpo:
temblor como de árbol cuando el aire
viene de abajo y entra en él por las raíces,
y no mueve las hojas, ni se le ve.


Terror terrible, inmóvil.

Es la felicidad. Está ya cerca.
Pegando el oído se la oiría
en su gran mancha subceleste, hollando nubes.

Ella, la desmedida, remotísima,
se acerca aceleradamente,
a una velocidad de luz de estrella,
y tarda
todavía en llegar por que procede
de más allá de las constelaciones.

Ella, tan vaga e indecisa antes,
tiene escogido cuerpo, sitio y hora.
Me ha dicho: "Voy". Soy ya su destinada presa.
Suyo me siento antes de su llegada,
como el blanco se siente de la flecha,
apenas deja el arco, por el aire.

No queda el esperarla
indiferentemente, distraído,
con los ojos cerrados y jugando
a adivinar, entre los puntos cardinales,
cuál la prohijará. Siempre se tiene
que esperar a la dicha con los ojos
terriblemente abiertos:
insomnio ya sin fin si no llegara.
Por esa puerta por la que entran todos
franqueará su paso lo imposible,
vestida de un ser más que entre en mi cuarto.
En esta luz y no en luces soñadas,
en esta misma luz en donde ahora
se exalta en blanco el hueco de su ausencia,
ha de lucir su forma decisiva.

Dejará de llamarse
felicidad, nombre sin dueño. Apenas
llegue se inclinará sobre mi oído
y me dirá: "Me llamo…"
La llamaré así, siempre, aún no sé cómo,
y nunca más felicidad.

Me estremece
un gran temblor de víspera y de alba,
porque viene derecha, toda, a mí.
Su gran tumulto y desatada prisa
este pecho eligió para romperse en él,
igual que escoge cada mar
su playa o su cantil donde quebrarse.
Soy yo, no hay duda; el peso incalculable
que alas leves transportan y se llama
felecidad, en todos los idiomas
y en el trino del pájaro,
sobre mí caerá todo,
como la luz del día entera cae
sobre los dos primeros ojos que la miran.

Escogido estoy ya para la hazaña
del gran gozo del mundo:
de soportar la dicha, de entregarle
todo lo que ella pide, carne, vida,
muerte, resurección, rosa, mordisco;
de acostumbrarme a su caricia indómita,
a su rostro tan duro, a sus cabellos
desmelenados,
a la quemante lumbre, beso, abrazo,
entrega destructora de su cuerpo.

Lo fácil en el alma es lo que tiembla
al sentirla venir. Para que llege
hay que irse separando, uno por uno,
de costumbres, caprichos,
hasta quedarnos
vacantes, sueltos,
al vacar primitivo del ser recién nacidos,
para ella.
Quedarse bien desnudos.
tensas las fuerzas vírgenes
dormidas en el ser, nunca empleadas,
que ella, la dicha, sólo en el anuncio
de su ardiente inminencia galopante,
convoca y pone en pie.

Porque viene a luchar su lucha en mí.
Veo su doble rostro,
su doble ser partido, como el nuestro,
las dos mitades fieras, enfrentadas.
En mi temblor se siente su temblor,
su gran dolor de la unidad que sueña,
imposible unidad, la que buscamos,
ella en mí, en ella yo. Por que la dicha
quiere también su dicha.
Desgarrada, en dos, llega con el miedo
de su virginidad inconquistable,
anhelante de verse conquistada.
Me necesita para ser dichosa,
lo mismo que a ella yo.
Lucha entre darse y no, partida alma;
su lidiar
lo sufrimos nosotros al tenerla.
Viene toda de amiga
porque soy necesario a su gran ansia
de ser
algo más que la idea de su vida;
como la rosa, vagabunda rosa,
necesita posarse en un rosal,
y hacerle así feliz, al florecerse.
Pero a su lado, inseparable doble,
una diosa humillada se retuerce,
toda enemiga de la carne esa
en la que viene a buscar mortal apoyo.
Lucha consigo.
Los elegidos para ser felices
somos tan solo carne
donde la dicha libra su combate.
Quiere quedarse e irse, se desgarra,
por sus heridas nuestra sangre brota,
ella, inmortal, se muere en nuestras vidas,
y somos los cadáveres que deja.
viva, ser viva, en algo humano quiere,
encarnarse, entregada, pero al fondo
su indomable altivez de diosa pura
en el último don niega la entrega,
si no es por un minuto, fugacísima.
En un minuto sólo, pacto,
se la siente total y dicha nuestra.
Rendida en nuestro cuerpo,
ese diamante lúcido y soltero,
que en los ojos le brilla,
rodará rostro abajo, tibio par,
mientras la boca dice: "Tenme".
Y ella, divino ser, logra su dicha
sólo cuando nosotros la logramos
en la tierra, prestándole
los labios que no tiene. Así se calma
un instante su furia. Y ser felices
es el hacernos campo de sus paces.


Pedro Salinas

sábado, 14 de enero de 2017

LA FALSA COMPAÑERA



Con la tristeza de un  niño al que abandona la madre, se siente el dolor de este bello poema de Pedro Salinas, donde nos cuenta con metáforas,  el sentimiento de infinita soledad y desamparo de un hombre que sufre el abandono, de la mano de su compañera, la que  antes le robó su soledad, ahora se la devuelve. Así de nuevo se encierra en el silencio con su pena, en esa cárcel que es su alma.
Elena
Artista - Lotta Blokker


LA FALSA COMPAÑERA


"Yo estaba descansando
de grandes soledades
en una tarde dulce
que parecía casi
tan tierna como un pecho.


Sobre mi, ¡qué cariño
vertían, entendiéndolo
todo, las mansas sombras,
los rebrillos del agua,
los trinos, en lo alto!
¡Y de pronto la tarde
se acordó de sí misma
y me quitó su amparo!
¡Qué extática, mirándose!
en su propia belleza,
se desprendió de aquel
pobre contacto humano
que era yo, y me dejó
también ella, olvidado!
El cielo se marchó
gozoso, a grandes saltos,
azules, grises, rosas-,
a alguna misteriosa
cita con otro cielo
en la que le esperaba
algo más que la pena
de estos ojos de hombre
que le estaban mirando.
La lámina del lago
negándome mi estampa
me dejó abandonado
a este cuerpo hipotético,
sin la gran fe de vida
que da el agua serena
al que no está seguro
de si vive y la mira.
Todo se fue. Los píos
más claros de los pájaros
ya no los comprendía.

Implacable, la tarde
me estaba devolviendo
lo que fingió quitarme
antes: mi soledad.
Y entre reflejos, vientos,
cánticos y arreboles,
se marchó hacia sus fiestas,
transcelestes, divinas,
salvada ya de aquella
tentanción de un instante
de compartir la pena
que un mortal le llevaba.
Aún volvió la cabeza;
Y me dijo, al marcharme,
que yo era sólo un hombre
que buscara a los míos.
Y empecé cuesta arriba,
despacio, mi retorno
al triste techo oscuro
de mí mismo; a mi alma
El aire parecía
un inmenso abandono. "


Pedro Salinas

miércoles, 11 de enero de 2017

EL SI SOSTENIDO EN CLAVE DE VERSO







Música


Grave son de alegría, el violonchelo

Pasa lento en el alma, y en ella vibra:


Murmuremos entonces al cuerpo doble,


A las bocas y manos, a los desmayos,


A las secretas búsquedas que no temen


Ni vergüenza, ni dolor, ni la verdad:


Esto es amor, un arco de alegría


Sobre la cuerda tensa del orgasmo.

José Saramago



Luis Pastor cantautor español, amigo personal de Saramago cuenta que un buen día, y después de 45 años de no escribir poesía, José Saramago publicó su obra completa en este género, y le regaló un ejemplar, se acuerda que le dijo, en broma, que iba a poner música a sus poemas, y cuando comenzó a leerlos descubrió que “ya estaban musicalizados, "que me estaban esperando”. Dice que el propio Saramago no creía demasiado en su poesía y que su música le hizo valorar sus poemas.





Una muestra

Luis Pastor a Saramago - Balsa de Piedra



lunes, 9 de enero de 2017

TU ME QUIERES BLANCA







Tú me quieres alba,
me quieres de espumas,
me quieres de nácar.
Que sea azucena
sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada.
Ni un rayo de luna
filtrado me haya.
Ni una margarita
se diga mi hermana.
Tú me quieres blanca,
tú me quieres nívea,
tú me quieres casta.
Tú que hubiste todas
las copas a mano,
de frutos y mieles
los labios morados.
Tú que en el banquete
cubierto de pámpanos
dejaste las carnes
festejando a Baco.
Tú que en los jardines
negros del Engaño
vestido de rojo
corriste al Estrago.
Tú, que el esqueleto
conservas intacto
no sé todavía
por cuáles milagros,
me pretendes blanca
(Dios te lo perdone)
me pretendes casta
(Dios te lo perdone)
me pretendes alba!
Huye hacia los bosques;
vete a la montaña;
límpiate la boca;
vive en las cabañas;
toca con las manos
la tierra mojada;
alimenta el cuerpo
con raíz amarga;
bebe de las rocas;
duerme sobre escarcha;
renueva tejidos
con salitre y agua;
habla con los pájaros
y lévate al alba.
Y cuando las carnes
te sean tornadas,
y cuando hayas puesto
en ellas el alma
que por las alcobas
se quedó enredada,
entonces, buen hombre,
preténdeme blanca,
preténdeme nívea,

preténdeme casta.



Alfonsina Storni 






miércoles, 4 de enero de 2017

LA PRESENCIA DE LA POESÍA


La poesía no tiene residencia fija. Suele invadir los demás géneros y casi no hay gran libro donde no esté presente. Hasta puede afirmarse que en última instancia no hay literatura, sino poesía. Su carácter envolvente, ubicuo, usurpador hace pensar que ella no es género sino más bien una presencia detrás de los géneros, una presencia tan insinuante que muchas veces prefiere vestidos que no son los suyos, una presencia que se sirve de todas las actividades creadoras del hombre; como un poder previo a cualquier clasificación. Posiblemente sea una manera que tiene lo esencial de manifestarse en él. En este sentido, durará lo que dure el hombre.

Excelente reflexión sobre la poesía escrita por el poeta y autor Rafael Cadenas cuya lectura podéis completar en el siguiente enlace




Rafael Cadenas





Derrota


Yo que no he tenido nunca un oficio
que ante todo competidor me he sentido débil
que perdí los mejores títulos para la vida
que apenas llego a un sitio ya quiero irme (creyendo que mudarme es una solución)
que he sido negado anticipadamente y escarnecido por los más aptos
que me arrimo a las paredes para no caer del todo
que soy objeto de risa para mí mismo que creí
que mi padre era eterno
que he sido humillado por profesores de literatura
que un día pregunté en qué podía ayudar y la respuesta fue una risotada
que no podré nunca formar un hogar, ni ser brillante, ni triunfar en la vida
que he sido abandonado por muchas personas porque casi no hablo
que tengo vergüenza por actos que no he cometido
que poco me ha faltado para echar a correr por la calle
que he perdido un centro que nunca tuve
que me he vuelto el hazmerreír de mucha gente por vivir en el limbo
que no encontraré nunca quién me soporte
que fui preterido en aras de personas más miserables que yo
que seguiré toda la vida así y que el año entrante seré muchas veces más burlado en mi ridícula ambición
que estoy cansado de recibir consejos de otros más aletargados que yo («Ud. es muy quedado, avíspese, despierte»)
que nunca podré viajar a la India
que he recibido favores sin dar nada en cambio
que ando por la ciudad de un lado a otro como una pluma
que me dejo llevar por los otros
que no tengo personalidad ni quiero tenerla
que todo el día tapo mi rebelión
que no me he ido a las guerrillas
que no he hecho nada por mi pueblo
que no soy de las FALN y me desespero por todas estas cosas y por otras cuya enumeración sería interminable
que no puedo salir de mi prisión
que he sido dado de baja en todas partes por inútil
que en realidad no he podido casarme ni ir a París ni tener un día sereno
que me niego a reconocer los hechos
que siempre babeo sobre mi historia
que soy imbécil y más que imbécil de nacimiento
que perdí el hilo del discurso que se ejecutaba en mí y no he podido encontrarlo
que no lloro cuando siento deseos de hacerlo
que llego tarde a todo
que he sido arruinado por tantas marchas y contramarchas
que ansío la inmovilidad perfecta y la prisa impecable
que no soy lo que soy ni lo que no soy
que a pesar de todo tengo un orgullo satánico aunque a ciertas horas haya sido humilde hasta igualarme a las piedras
que he vivido quince años en el mismo círculo
que me creí predestinado para algo fuera de lo común y nada he logrado
qu
e nunca usaré corbata
que no encuentro mi cuerpo
que he percibido por relámpagos mi falsedad y no he podido derribarme, barrer todo y crear de mi indolencia, mi
flotación, mi extravío una frescura nueva, y obstinadamente me suicido al alcance de la mano
me levantaré del suelo más ridículo todavía para seguir burlándome de los otros y de mí hasta el día del juicio final.


Rafael Cadenas






lunes, 2 de enero de 2017

Dueña de sus silencios, Blanca Varela




LA POESÍA ES UN ÁRBOL SIN HOJAS QUE DA SOMBRA
Juan Gelman




POESÍA DE BLANCA VARELA


Siempre he tenido la sensación de que pasamos de una zona tenebrosa a una especie de iluminación en determinado momento, y que, cuando creemos haber hallado un camino, de pronto encontramos que en esa luz que aparentemente nos guía hay una profunda oscuridad. Camino y vivo entre esos contrastes porque siempre estoy tratando de encontrar en dónde poner los pies.



MORIR CADA DÍA UN POCO MÁS


morir cada día un poco más
recortarse las uñas
el pelo
los deseos
aprender a pensar en lo pequeño
y en lo inmenso
en las estrellas más lejanas
e inmóviles
en el cielo
manchado como un animal que huye
en el cielo
espantado por mi



La puntuación me sobraba. En cierto momento me pareció tradicional, burguesa, equivalía a entregar una tarjeta de visita. No poner puntuación me permite por una vez siquiera usar mis silencios, respirar como quiero, no ser la persona que los demás creen que soy o quieren que sea. Es sencillamente una ruptura que me gusta. Me gusta ver que las letras vuelen aparentemente solas, que las palabras no tengan ataduras, amarres dentro de la página. Para mí la página en blanco es algo que siempre me ha tentado. El vacío me atrae.





UNA VENTANA


Vuelvo a contar mis dedos.
(La flor helada, la desconocida cabeza que
me acecha se descuelga y da voces),
yo miro las paredes y sus frutos redondos y veloces,
hago cálculos, sumo piedras, cenizas, nubes
y árboles que persiguen a los hombres
y perlas arrancadas de malignos estanques
o de negros pulmones sepultados
y horriblemente vivos.

La araña que desciende a paso humano me conoce,
dueña es de un rincón de mi rostro,
allá anida, allí canta hinchada y dulce
entre su seda verde y sus racimos.
Afuera, región donde la noche crece,
yo le temo,
donde la noche crece y cae en gruesas gotas,
en mortales relámpagos.
Afuera, el pesado aliento del buey,
la vieja fiebre de alas rojas,
la noche que cae
como un resorte oscuro sobre un pecho.





La memoria es algo que me preocupa. Siempre he querido escribir un poema sobre la memoria. Se trata de encontrar una coherencia, una razón a las cosas: ¿dónde está?, ¿qué pasó? Y creo, además, que existe la memoria de la memoria, algo así como una memoria destilada. Se recuerda lo que es importante, es decir, lo que sirve para determinado momento. Siempre he dicho que soy una persona que ha recordado lo que me es útil. No sé qué quiere decir eso, pero siempre he pensado que también he desechado recuerdos que me han lastimado. No los he perdido; están ahí y me sirven como límites, como avisos para saber que por ahí no debo volver.





LA MUERTE SE ESCRIBE SOLA


la muerte se escribe sola
una raya negra es una raya blanca
el sol es un agujero en el cielo
la plenitud del ojo
fatigado cabrío
aprender a ver en el doblez
entresaca espulga trilla
estrella casa alga
madre madera mar
se escriben solos
en el hollín de la almohada

trozo de pan en el zaguán
abre la puerta
baja la escalera
el corazón se deshoja
la pobre niña sigue encerrada
en la torre de granizo
el oro el violeta el azul
enrejados
no se borran
no se borran
no se borran




El ser humano vive un poco de abandono en abandono. En todo amor siempre hay una pérdida, pero creo que decidí endurecerme y sostener las cosas. Al parecer me fabriqué un sentido un tanto absurdo de la dignidad, porque desde niña me sentí muy heroica y luego, poco a poco, todo se convirtió en una realidad en la que no hay héroes. Hay una zona de mí que va a permanecer intocada, no importa qué suceda, eso es mío y me lo voy a llevar a la tumba. Dices que no pongo puntuación, que mezclo cosas. Es verdad, comencé a romperlo todo, a tirarlo todo porque necesitaba hacerlo. Necesité cambiar de piel, había perdido cosas, tenía que adquirir otras o sobrevivir con lo que me quedaba.



A MEDIA VOZ

la lentitud es belleza
copio estas líneas ajenas
respiro
acepto la luz
bajo el aire ralo de noviembre
bajo la hierba
sin color
bajo el cielo cascado
y gris
acepto el duelo y la fiesta
no he llegado
no llegaré jamás
en el centro de todo
esta el poema intacto
sol ineludible
noche sin volver la cabeza
merodeo su luz
su sombra animal
de palabras
husmeo su esplendor
su huella
sus restos
todo para decir
que alguna vez
estuve atenta
desarmada
sola casi
en la muerte

casi en el fuego



Mientras eres muy joven y eres fuerte crees que puedes disponer de demasiadas cosas, y a medida que se te va acortando la vida vas sintiendo que eso es algo que es muy escaso y que corre rápidamente. Hay un poema muy antiguo, «No hay un cielo sino varios…,» y eso viene de alguna lectura que hice sobre los tiempos paralelos: que varias cosas van sucediendo al mismo tiempo, que hay varios tiempos, que no hay uno solo. No sé cómo se le llamaría a eso, quizá ciencia ficción.







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